Les juro que no es por llevar la contraria, pero no estoy de acuerdo con algunas interpretaciones “intelectuales” que se han hecho de La red social. Sin el morbo del origen y la naturaleza de Facebook, el gancho de su triunfo social, el dinero y el sexo que están en juego, la cinta de Fincher sería solamente una buena película comercial, una más de las cien que hay al año en nuestra aldea local. Francamente, sin negarlo del todo, veo poco de “ese artefacto narrativo y fílmico de difícil catalogación” que encandila a algunos críticos especializados. El cinéfilo suele salir poco de su sillón sectario. En general, es nuestra vida estúpidamente doméstica la que explica la fascinación un poco babosa hacia cualquier cosa que fluya en las pantallas.

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