A vueltas con el diablo

Gracias de nuevo, I.

Leeré el último texto tuyo. Sólo tres o cuatro cosas sobre lo anterior, esos «Signos de noviembre». Idealismo, euforias juveniles:Novios de la muerte, dices. Pero entre la caricatura de la Legión, esa voluntad sacrificial de los viejos modelos del héroe de derechas, incluso anarquista o terrorista. Y entre todo eso y nuestra bovina mansedumbre actual… no hay sólo un amplio término medio, sino sobre todo un territorio común y personal abandonado. Hemos delegado todo -salvo mear- en la información, la sociedad y los aparatos técnicos de captura…

Después, esa energía juvenil y adulta no canalizada es la que toma el camino de las drogas, los deportes de riesgo, la obscenidad televisiva o nuestro terrorismo, televisión incluida. No morir por ninguna causa podría estar bien, como sueño, pero resulta también aberrante: da lugar el terrorismo de la norma, a nuestras guerras justas, al terror de la moda y la inmanencia puertas adentro, eso que convierte a nuestras sociedades democráticas en fundamentalistas de la economía. Propietarias de un integrismo vacío, el del nihilismo capitalista, que genera monstruos, dentro y fuera.

No estar dispuesto a morir por nada, ni siquiera por la propia vida, es además entregarse a una muerte en vida, a una muerte a plazos en la que el colesterol, la metástasis, la depresión o los problemas cardiovasculares nos devuelven, en versión clínica, todo el peligro que no quisimos afrontar. En suma, eso que llamamos macroeconomía, pero ahora micro también, genera todo lo se ha incrustado en los cuerpos y las mentes.

«A lo que no tengo explicación»: sexo, fanatismo religioso, paraíso eterno… Aquí, lo siento, repites tópicos periodísticos, esas consignas que nos mantienen unidos y nos han hecho tan felices. Pero Occidente, si nos liberamos del puritanismo norteño, no tiene por qué ser así de convencional. Ni siquiera en nuestro pasado cristiano, muy complejo, estaba escrito eso.

Estos pequeños desacuerdos, I., no tiene la mayor importancia. Mañana volveremos a las pantallas y, si podemos, a unas cañas también.

Y mejor todavía, si podemos, juntos.

Un abrazo,

Madrid, 24 de noviembre de 2015