Hola, A. Me alegró mucho tu correo y te agradezco de verdad los elogios, no sé si tan merecidos. Hice lo que pude, eso sí, por daros toda la «caña» posible… de paso que también me la daba a mí mismo. Pero sabes que hoy esa no es una tarea fácil. Tantos jóvenes, tan distintos; tanta apatía por allí, tanta doblez, engreimiento o timidez por allá… En fin, una mezcla difícil de cocinar. Me alegra que en alguien haya quedado algo.

Al final, la verdad, después de tantos cabreos guardo buen recuerdo del conjunto de tu curso, bastante inteligente para el nivel que anda por ahí. Y guardo muy buen recuerdo de ti, de tu atención, tu forma de captar al vuelo mis ironías y tus observaciones penetrantes. Llegué a citarte, a hablar de la atención inteligente de tu cara, con tu propio nombre, en una entrevista que anda por ahí… Pero al final me arrepentí y quité lo de «A.», dejando solo la mención de una figura femenina atenta al fondo del aula.

Te agradezco de verdad lo que me has ayudado a pensar y a dar clase durante este año. No te recuerdo en lo de la Feria y el libro (creo que solo vino M.), pero si lo consigues o ya lo tienes no dejes que te impresione. Te señalaré grietas por donde tú, cabeza y corazón, puedes entrar muy bien… Dejando otras cosas para más adelante. En unos días prometo además enviarte algunas lecturas y películas para este verano.

Lástima de ese «retrato», sí, pero no descartes que te lo haga un día de estos. A distancia, sin verte (lo que a lo mejor le resta alguna viveza), pero lo haré. Tal vez incluso, precisamente a ti, te lo deba.

Un saludo, gracias de nuevo y hasta pronto,

Ignacio

Madrid, 12 de junio de 2018