Querida Ch.

Gracias por tus palabras, breves, precisas, cargadas de respeto. Sólo una pequeña aclaración. Estoy «lleno de esperanza». Fíjate bien en la textura agresiva, provocadora, burlona, y a la vez piadosa, de ese breve texto. Es más, ni siquiera necesito esperanza, pues vivo en un presente pleno, que tiene la esperanza incrustada en la inmediatez sin espera de sus vivencias. Mis diferencias radicales con la cultura capitalista (y con parte de la cultura anticapitalista) parten de hecho de que la vida, tierra y hombres, no necesita ninguna salvación histórica. Tiene la riqueza en sus propios límites, se salva en su misma perdición.

En cierto modo, algunos no necesitamos esperar nada distinto a este presente, a su corazón intacto, como si viviéramos en un mundo que ha conseguido (al menos, en el fondo) «salvarse» de la nivelación nihilista que ha ejercido el capitalismo.

Fíjate bien en esas «Notas sobre el suicidio», a pesar de sus defectos. Confío, sin más. Lo cual no quita para que sienta la necesidad de ser «cruel» con cien detalles del presente que (por la derecha y por la izquierda) me parecen aberrantes. Y que, por tanto, siga deseando unos cuantos cambios urgentes, en un sentido que tiene poca relación con la ideología política.

Para mí la casta, eso que a veces hace casi irrespirable el espacio público, es algo un poco más amplio de lo que piensa Podemos. Incluye cierta complicidad monstruosa de la subjetividad media, mediada hasta el infinito por un sectarismo imbécil, por su habitual parálisis interactiva.

Es posible que el exceso de positividad de esta época, su histeria antivitalista, su pesimismo vital y su optimismo histórico, le impida entender la «dureza optimista» (Sartre) en la que algunos sentimos el deber moral y político de vivir. Sólo es eso.

Pero gracias, de verdad, por tu preciosa lectura.

 

Besos,

Ignacio

Madrid, 11 de enero de 2015