Pues la tal carta me parece patética, querido P. Menos mal que además, juraría, resulta completamente inofensiva. Es cuestión de hablarlo con un café o, mejor, un buen whisky que le quite hierro a este minoritario psicodrama.

Pablito me parece una perfecta nulidad política. Como lo muestra esta carta, cerrada sobre el sota-caballo-rey de las paranoias de siempre. Solo vive de mantras, que corren como hurones en algunas redes, y de cierta Internacional del odio que le ahorra escuchar a nadie que no sea de los suyos.

Ya hablaremos, cuando quieras, pero me parto de risa al oírle habla de «patria». ¿A qué se refiere, aparte de su camarilla de colegas en el mismo autismo?

¿De qué está hablando? ¡Pero si ha hecho todo lo posible por dinamitar (con un sectarismo idiota que nunca tuvimos los que nos opusimos a Franco) todas las posibilidades que estaban a su alcance de que la tal «patria» perviva como nación y estado!

Creo que esta imbecilidad ideológica le va a costar electoralmente cara, y me alegro de ello. Mientras tanto me preocupa, o me divierte (ya no sé), que este joven radiante participe a fondo del añejo auto-odio hispano, ese cómodo complejo de culpa inyectado sin el cual este pequeño drama histórico de Cataluña jamás se habría producido.

Insisto en que lo patético de la ocasión requiere humedecerlo con algo más que agua. Para darle alguna sustancia.

Cuando quieras. Un abrazo y hasta pronto,

Madrid, 29 de octubre de 2017