Sin estridencias, con esa mezcla de piedad y dureza que sólo encontramos en las mejores obras, Half Nelson desgrana una desdicha a cámara lenta, una disección del tedio y la soledad en medio de nuestro holocausto diario de los ideales. Todo ello sazonado con cierto sentido del humor, con una tenue sonrisa que relampaguea aquí y allá. Aunque los turistas crean algo distinto, Nueva York es aquí como cualquier otro sitio. El miedo y la frustración abundan, son incluso la norma. Tras la opulencia del cristal y el acero, los derroteros del infortunio, la vieja zozobra de carne y hueso.

En la terminología de lucha libre «Half-Nelson» es una llave que inmoviliza al adversario y de la que es imposible salir. A pesar de ser un profesor brillante, Dan Dunne no deja de estar refugiado en la marginalidad de un instituto neoyorquino, sin atreverse a salir al pulmón abierto de la sociedad. Lo que le encierra es ambicionar toda la emoción, la intensidad, la libertad del mundo aquí y ahora. Mientras explica una lección imposible a unos pobres chicos que le siguen con simpatía y admiración, pero que apenas podrán realizar nada. Sin embargo, Drey y él están unidos porque no se limitan a sobrevivir, a ver pasar la vida, a pesar de estar un poco asustados ante lo que les rodea.

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