Sí, creo que hay esa relación entre activismo político y sordera ante los pequeños crímenes cometidos en privado, como si la ausencia de alma en lo personal estuviera disculpada por una supuesta alma mundial, que siempre ha sido más bien una máquina devoradora de almas y singularidades.

Llevo años «enfermo» por eso, dolencia acentuada con la última politización en curso. Enfermedad sedada y atenuada con la filosofía, el trabajo de la escritura, el alcohol, algo de sexo y muchos, muchos afectos distintos. La multiplicación de amigos reales, algunos muy buenos, es una especie de sucedáneo de este desierto anímico en el que vivimos.

También me ha servido una postura muy selectiva en cuanto a las amistades, una selección invertida (mejor dicho, ajena) en relación al canon progresista clásico. Una selección paradójica también, pues para ella tengo que tener una amplia cantera de conocidos en la cual escoger, un excelente relación con la vulgaridad de lo popular, completamente ajena a veces al mundillo intelectual. Y estar dispuesto siempre a romper o a quedarme solo, o a montar algún pollo (ya sabes) de vez en cuando.

En fin, un tema largo. Pero la verdad es que siempre he encontrado en la gente «sencilla», no proveniente del mundo intelectual ni filosófico, un alivio para este desierto, de una violenta metafísica, que tal vez no deje de crecer. Te lo decía el otro día: mi relación ética y estética con la incultura, incluso con la vulgaridad, también con todo lo inhumano y no social que todavía late en la tierra, me permite respirar.

Además, claro está, de los ocasionales beneficios afectivos, mundanos y a veces, digamos, carnales.

Continuará. Besos,

Ignacio

Madrid, 12 de mayo de 2016