Hola, M.,
¿Todo bien? Sí, mil disculpas. Después de dos años, o más, ayer de noche leí tu Peregrinatio. El tamaño de la letra, mientras me tomaba un gin-tonic en un bar cercano, casi me destroza la vista. Pero el libro es magnífico, con memorables instantes quintaesenciados, destilados del dolor y de las nocturnas zozobras de basalto que parten el día.
Maravillosos pentagramas de la revelación. Esos tótems del tiempo donde soledad y amor, eternidad y abismo, son dos caras de una misma experiencia. Sí, como esos animales de luz partida, yacentes en su relicario de plumas, polvo rojo y huesos.
Nos queda todo, todavía. Esa luna amarilla suspendida entre las hayas, el llanto de los pájaros, la indiferencia de los reptiles. Y dos chicas en casa. Apresuradas, coléricas, a veces un poco injustas. Pero cercanas a la silueta de un padre que sabe de las llamas, esa luz ebria de incerteza y tomillo.
Un abrazo y hasta pronto,
Ignacio
Madrid, 8 de febrero de 2015