Estimado J.,
Me da un poco de vergüenza la tardanza en escribirte, más todavía porque terminé de leer tu precioso libro, de un tirón, hace casi un mes. Estaba esperando a terminar el libro de S., que acabo de concluir ahora, casi a las 7 de la mañana de este fresco 20 de octubre en la Galicia rural.
Supongo que como tantas cosas desconocidas que andan por ahí, Fidelidad de una sombra es una joya. Recuerdo que al leerlo sentí toda la familiaridad del mundo, al acercarme otra vez a la fuente del sentido, y toda la extrañeza del mundo, al vivir cómo esa fuente no deja de manar sones distintos, sin precedentes. Siempre sabidos, siempre insólitos.
S. tiene razón al calificar tus versos en el final de su libro: hondos y exactos. ¿Recuerdas que te pregunté, un poco ingenuamente, si esos dos versos tachados de la página 21 eran así o había un error tipográfico? Son significativos de esa perfecta imperfección que alienta en tus páginas: «Profundidad, eco de lámpara, la calle muda»; «Esta soledad, que duele en cada hoja».