Conversación con un joven escéptico
(Santiago Gómez)
1- ¿Crees que es posible para un nativo digital dejar todas sus redes sociales y no morir socialmente en el intento?
Sí, es cierto, lo tenéis crudo. Todos estamos endeudados a las redes, la información y las habladurías de lo social. Y los jóvenes, aunque tenéis mejor relación con la bendita violencia de las pasiones, a la vez estáis más fascinados con el tiovivo del espectáculo. Estamos tan colonizados con la circulación viral de tonterías que apenas tenemos tiempo para pararnos y escuchar, para tomar distancias y poder tener una voz propia. En eso precisamente consiste el sistema, en abrumarnos con la «complejidad» global para que no tengamos tiempo ni energía para apartarnos y ser independientes. La complejidad, la legal y la tecnológica, es un sistema de desgaste. Después, como alivio, se nos ofrece el espectáculo de distintas minorías de expresión a las que podemos adscribirnos. Incluso podemos, si hay un apuro, consultar al nuevo clero de expertos. Pero la libertad nunca ha sido elegir en un menú servido, sino también ser capaces de irse y rechazar una situación, sin por ello convertirse en sospechoso, en un paria o un vagabundo. La libertad ha de ser también la capacidad de fugarse y elegir fuera, pues siempre hay un afuera. Fíjate que, de manera un poco patológica, fugarnos hacia el hermetismo es lo que ya hacemos para sobrevivir: el sujeto actual vive «ensimismado» -con frecuencia ni recoge las llamadas de su móvil- para defenderse de esta catarata de mensajes que nos estresa y nos dificulta respirar, pararnos y tomar distancias.