Asistimos al ataque inusitado a unas libertades individuales que siempre han partido de la «libertad natural» (Thoreau), de una escucha a la patología y las inclinaciones natales sin las cuales no somos nada. Ministerio de Igualdad. Autodeterminación de género. Para empezar, si el sexo natal ya no cuenta, y cualquiera que así lo sienta puede ser mujer, ¿en qué queda la reivindicación feminista? ¿No consistía en ser mujer -cuerpo con vulva, útero, pechos y menstruación, un cuerpo capaz de traer hijos al mundo- el origen de una justa protesta contra la moderna discriminación civil de lo femenino? Si ahora, en un giro demagógico del mismo sistema que ayer marginaba a las mujeres, todo consiste en cómo uno se siente, al margen de las condiciones natales, un enjambre de potenciales oportunistas pueden invadir una condición y un espacio que costó mucho darle dignidad política. ¿Tantas alforjas para este final de viaje? Miles de feministas se encolerizan ante esta nueva brigada político social que nos quiere gobernar, revolviendo el escenario social en función de algo tan caprichoso y variable como el sentimiento. Si el género sentido ocupa el lugar del sexo, algo que jamás uno elige -como tampoco elegimos nacer, ni la estatura, el color de los ojos o el tono de voz- toda la lucha de las mujeres se desdibuja en esta nueva versión sexual del «café con leche para todos»*.
Pelo verde, ojos amarillos, género sentido: es la extensión del terrorismo de la moda, del consumo y el capricho hasta el infinito, sirviéndole a los ciudadanos -especialmente jóvenes, explotados también hasta el infinito- un demagógico campo de decisión en terrenos secundarios. Con la salvedad de que, en cuanto al cuerpo y su sexo, las decisiones pueden ser irreversibles. No estamos vendiendo humo, sino ilusiones letales. Es como si el poder que nos maltrata mayoritariamente quisiera blanquear con la rareza minoritaria y el mimo del narcisismo la enorme sombra de sospecha con la que hoy carga ante los ciudadanos. Dios nos libre de estar en contra de ningún trans, de ningún ser que sufre o ninguna minoría discriminada. Lo que incomoda en este penúltimo espectáculo «progresista» es que no deja de ser sospechoso de levantar una enorme trampa política. La sensibilidad extrema hacia las minorías, por exiguas y raras que sean, es una cortina de humo para tapar el desprecio mayoritario y correcto, sin sangre a la vista, del que todos somos objeto por parte del sistema.
Leer más →