ELOGIO DE LA VIOLENCIA INTELECTUAL

Texto publicado el 26 de enero de 2023 en Vozpópuli

Leer no es sexy, es peligroso. En este punto tiene razón nuestra policía política inconsciente. Leer exige entrar en otro tiempo, atreverse a interrumpir el estrés ruidoso que nos salva del vacío y quedarse a solas, en una suspensión del sentido colectivo. Es atreverse a que «no pase nada», quizá para que ocurra algo en nosotros que habíamos aplazado. Si nuestro mundo marcha tan deprisa es porque teme lo que podría ocurrir en los pocos segundos que le concedamos al «tiempo muerto». Tal vez la lectura es dejar hablar, a través de alguien que también se ha parado, a un tiempo sin dueño ni definición. Y trabajar sobre ello, subrayando las líneas de un sentido imprevisto.

Releer, volver atrás, cavilar, saborear el timbre de las palabras. Quizá un libro que no hay que releer tampoco vale la pena leerlo una sola vez. Mala cosa, si nos ha ayudado a vivir y a entender de otro modo el pasado y sus pecados, que un libro no se aprenda casi de memoria.

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Tauromaquia alternativa

El alcohol, el tabaco, el amor y el odio, las emociones, la carne… Todo lo elemental está en nuestro punto de mira, es blanco potencial de la cabeza buscadora de una policía social que ya no necesita policías uniformados. La nueva vigilancia sin vigilantes se ejerce en medio del imperio múltiple de una normativa que nos evita la violencia directa, que siempre corrió el riesgo de levantar resistencias. Por eso la humanidad exterior, de Colombia a México, de Brasil a China, de Irán a Rusia, nos odia, nos admira o nos teme. Cerca de nosotros, nadie permanece indiferente a la crueldad sonriente de nuestros derechos humanos. Nadie, excepto los miles de millones de almas terrenales que no saben que nuestra superioridad existe.

Tras la clonación a fuego lento de los números, jamás ha existido una humanidad occidental que odie tanto la tierra. El signo de esta penosa mutación antropológica en el llamado primer mundo no es tanto que los jabalíes bajen de la montaña a buscar basura en las afueras como que suba la visibilidad de nuestras patéticas mascotas, dignos representantes del narcinismo furioso que nos invade. El ecologismo, más o menos juvenil, le ha puesto una nota de color a esta aversión de la elite urbana a cualquier naturaleza, a su fuerza salvaje. Empezando por la que habita en nuestro cuerpo, en los sentimientos y los afectos. Vivimos rodeados de una alarma social, un estado de emergencia constante que, con sus campañas virtuales de solidaridad a distancia, debe ocultar que hemos sepultado la lucha, cualquier relación con el peligro, y que nuestro problema es el aburrimiento. Nada debe ocurrir entre nosotros. Tendemos a un ideal de seguridad, el más peligroso del mundo, que consiste en no dar ya la vida por nada, ni siquiera por la propia existencia. Esta ablación anímica exige ser compensada con el espectáculo de incesantes catástrofes externas y una continua caza informativa del hombre que todavía mantiene lazos vernáculos con las sabidurías del pasado. Leer más

ALMAS TALLADAS

Texto publicado el 8 de enero de 2023 en Vozpópuli

«Amigues míes, estoy llene de alegría». Dysphoria mundi, Paul B. Preciado

A pesar de ser larguísimo, y de repetirse más que la cebolla, hay que reconocer que el libro de Preciado apenas tiene desperdicio. Conviene hojearlo, aun con cierta fatiga, para conocer al detalle el tipo de amenaza normativa que se cierne sobre los habitantes del llamado primer mundo. Preciado se propone hacer mutante, más sutil y eficaz, una vieja internacional del odio. En cierto modo lo consigue, de la manera más correcta posible. Tal vez es esta una de las razones por las que un conocido diario estadounidense, también la adorada J. Butler, lo declaran uno de los más importantes filósofos de la actualidad. Por su complicidad íntima con el tipo de coacciones que van a estar de moda durante mucho tiempo, como alternativa a la rancia opresión heteropatriarcal de ayer, estamos ante un auténtico best seller político. Conviene entrar en él para conocer por dónde vendrán algunos de los disparos que nos buscarán como diana.

No hay por qué negar que el Dysphoria mundi puede despertar en los más radicales hijos de Occidente, lectores de Debord, Foucault y Tiqqun, la ilusión de una revolución todavía pendiente, el cambio que le daría una última forma posible a la vieja aspiración ilustrada de evitar un universo humillado por la economía y el espectáculo. Es en realidad una ilusión funesta, pues nos obstaculiza perseverar en la posibilidad humana de atreverse por fin a existir, sin muchas esperanzas pero también sin miedo. Pero es una ilusión que Preciado despliega con una muy actualizada inteligencia. ¿Por qué atender a unas minorías que, con respaldo estatal, prometen prolongar con estilo «microfísico» el abuso que el estado ejerce sobre nosotros? Precisamente por eso, porque encarnan la violencia correcta que viene.

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ESTATALIZAR LOS CUERPOS (La trampa biopolítica del progresismo)

Asistimos al ataque inusitado a unas libertades individuales que siempre han partido de la «libertad natural» (Thoreau), de una escucha a la patología y las inclinaciones natales sin las cuales no somos nada. Ministerio de Igualdad. Autodeterminación de género. Para empezar, si el sexo natal ya no cuenta, y cualquiera que así lo sienta puede ser mujer, ¿en qué queda la reivindicación feminista? ¿No consistía en ser mujer -cuerpo con vulva, útero, pechos y menstruación, un cuerpo capaz de traer hijos al mundo- el origen de una justa protesta contra la moderna discriminación civil de lo femenino? Si ahora, en un giro demagógico del mismo sistema que ayer marginaba a las mujeres, todo consiste en cómo uno se siente, al margen de las condiciones natales, un enjambre de potenciales oportunistas pueden invadir una condición y un espacio que costó mucho darle dignidad política. ¿Tantas alforjas para este final de viaje? Miles de feministas se encolerizan ante esta nueva brigada político social que nos quiere gobernar, revolviendo el escenario social en función de algo tan caprichoso y variable como el sentimiento. Si el género sentido ocupa el lugar del sexo, algo que jamás uno elige -como tampoco elegimos nacer, ni la estatura, el color de los ojos o el tono de voz- toda la lucha de las mujeres se desdibuja en esta nueva versión sexual del «café con leche para todos»*.

Pelo verde, ojos amarillos, género sentido: es la extensión del terrorismo de la moda, del consumo y el capricho hasta el infinito, sirviéndole a los ciudadanos -especialmente jóvenes, explotados también hasta el infinito- un demagógico campo de decisión en terrenos secundarios. Con la salvedad de que, en cuanto al cuerpo y su sexo, las decisiones pueden ser irreversibles. No estamos vendiendo humo, sino ilusiones letales. Es como si el poder que nos maltrata mayoritariamente quisiera blanquear con la rareza minoritaria y el mimo del narcisismo la enorme sombra de sospecha con la que hoy carga ante los ciudadanos. Dios nos libre de estar en contra de ningún trans, de ningún ser que sufre o ninguna minoría discriminada. Lo que incomoda en este penúltimo espectáculo «progresista» es que no deja de ser sospechoso de levantar una enorme trampa política. La sensibilidad extrema hacia las minorías, por exiguas y raras que sean, es una cortina de humo para tapar el desprecio mayoritario y correcto, sin sangre a la vista, del que todos somos objeto por parte del sistema.

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Formas de vida, tipos de muerte (Berlín,1892-Portbou,1940)

Después de una vida errante, la muerte sorprendió a Benjamin en Portbou, solo y angustiado, muy lejos de casa. ¿Qué le mató, aparte de la obvia amenaza del III Reich? Solo pudo escribir una breve nota de despedida, de noche, mientras sus compañeros de exilio esperaban unos kafkianos trámites burocráticos. Él no pudo esperar más. Hay en esta errancia tantos paralelismos con otros profetas del siglo -algunos en este taller- que apenas tiene sentido intentar enumerarlos.

Por muchas razones, ante todo quizá para disipar la inquietud que genera su pensamiento, hace tiempo que la vida y la obra de Benjamin se ha convertido en objeto de culto. También en un negocio editorial a veces dudoso. La hagiografía cultural llega al extremo, al menos en España, de una multiplicación de los mismos textos -con traducciones idénticas o similares- en muy distintas editoriales. Todo ello, como es habitual en este bendito país, para que el traductor o los editores acaben defendiendo aproximadamente lo contrario de lo que dice la letra y el espíritu de este raro pensador de origen judío, cuyo trágico final estaba casi anunciado.

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