Hola, querida G., ¿cómo estás? No, no te preocupes, no recuerdo que me hayas acribillado nunca… aparte de que me gusta que me acribillen. Si alguna vez, tal vez la última, no te he contestado ha sido más que nada por el ritmo que llevo, sobre todo con ese misterioso y laberíntico libro. Va muy bien, pero el trabajo es ingente y… necesariamente lento, emocionante, febril y muy lento. Como el deshielo de algunos recodos del invierno.

Por cierto, La depresión informativa del sujeto es un texto que ya se publicó hace años en Grama, Buenos Aires. Pero, que yo sepa, sin ningún efecto, sin pena ni gloria. No sé nada de sus posibles lectores. Tiene una buena materia prima, pero posiblemente un poco apretada y con poco sentido del humor, aunque yo siempre entendí ese libro como una antología del humor negro de la interioridad. Y posiblemente, con una regular o nula difusión y presentación. Al menos, en este bendito Estado. ¿Resultado? Nada, nada de nada.

Algún día le daré forma, una forma más mundana sosegada e intentaré, con otro título, editarlo en España. Ese día que dices, simplemente, se presentó la colección en la ELP y algunos de los presentes tuvimos que volver a decir algo de nuestros libros. El problema, como te decía, esté bien el texto o no (que ya no lo sé muy bien) es que en España el libro prácticamente no se encuentra.

En cuanto a Podemos, pues la verdad es que no sé mucho. Tampoco nadie de ellos me ha avisado de nada. Y casi lo agradezco, pues estoy muy retirado de ese interés por lo político. Creo cumplir mi cuota de compromiso con la humanidad en mi “frenética” actividad diaria, hija incluida. Percepción y escritura incluidas. Filosofía, peleas, enseñanza, paseos y conversaciones incluidas. Apenas me queda tiempo, ni energía, ni ilusión, para meterme en más cosas.

Esto aparte, todas las “alternativas” políticas me generan un gran aburrimiento. Puede haber personajes, aquí o allí, pero en general el microcosmos partidario (movimientos sociales incluidos) me parece más bien deprimente. Su automatismo sectario, su encierro en una interactividad idiota (la información, la actualidad, la acción, la reacción, la derecha, la izquierda) me parece una enorme prisión de la que me siento libre. Modestia a aparte, me muevo en otro plano de violencia que me ahorra esa muerte a plazos.

No es que esté precisamente quieto, o en paro político, pues no dejo de luchar por mil cosas en las que creo. Pero en general, eso que me preocupa, en lo que creo, está igual de desatendido por unos grupos y por otros… Hay algunas personas en medio y con ellas mantengo un compromiso constante, eso es todo.

Supongo que me entiendes muy bien. Pero es posible que la película de Sorrentino lo explique mucho mejor que yo. Por favor, no te la pierdas.

Besos,

Ignacio