Gracias, G., mil gracias de verdad. Pero me temo, tengo que revisarlo con detalle, pero me temo que la línea Hazan-La Fabrique ya la intentamos mi traductora y yo. Y no funcionó, no recuerdo bien por qué.

Como comprenderás, todo es un poco agotador: “Muy interesante, pero nuestra línea…”. Etcétera. Es posible que Hazan haya dicho algo parecido. Lo volveré a mirar, pero no creo que haya por ahí nada que hacer. Y además uno se cansa, claro, aunque no estuviera ya cansado de antemano y tan ocupado.

En realidad, Votos de riqueza tiene ya una relación muy problemática con Tiqqun. Ese frente incómodo de mi libro (siempre he entendido que la filosofía era tal territorio inestable) no ha dejado de ampliarse desde entonces, en Sociedad y barbarie, que horrorizaría a Tiqqun, y en el libro que estoy haciendo ahora. Éste es tan complejo que no tiene nombre todavía, a pesar de estar casi concluido. Tiene sin embargo tanta relación con Tiqqun como con la señora Le Pen: es decir, más bien escasa, un poco traída por los pelos.

Lo cierto es que he conseguido una especie de éxito. La izquierda me mira como si fuera un bicho raro, extremadamente sospechoso. Como máximo, un conservador melancólico y algo anarco. Un poco así, creo. La derecha ni me mira, o me mira como una especie enternecedora e inocua de una izquierda apocalíptica… tan radical que resulta inofensiva.

>El resultado final, en cuanto a la dulce Francia se refiere, es una sensación parecida a la de España, donde sencillamente se me perdona la vida porque soy de la familia. No eres nadie, eres además “encantador” y… por eso mismo (porque no tomas “partido”) nunca serás nadie. Por encima, cuando vas en serio te presentas siempre con una oferta que roza lo incomprensible, o dista mucho de la simplicidad ideológica que la época requiere.

En Madrid y en Galicia, más o menos, vivo refugiado en el cariño de mis amigos. No sé si es suficiente para no suicidarse.

Bromas aparte, te agradezco de verdad tus desvelos. Aunque se me ocurre que es posible (por favor, corrígeme si me equivoco) que tus amigos editores parisinos hayan pasado un poco deprisa por encima de un texto que es complejo y está firmado por un perfecto don nadie.

No importa, G., no te preocupes. Sólo he aprovechado esta ocasión para desahogarme. Supongo que afortunadamente, vivo en un mundo donde los conceptos de “triunfo” y “fracaso” tienen un significado tan ambivalente que casi siempre renuncio a interpretarlos.

Como dijo el sabio de Antonio en un momento inolvidable: “¿Y qué más da?”.

Así que… gracias de nuevo por tu fidelidad y constancia.

Un abrazo y espero que nos veamos pronto,

Ignacio