Según Ortega, nosotros tenemos ideas; las creencias, por el contrario, nos tienen. Y aquí ya hay un
primer problema hoy, tal como ha triunfado la cultura narcisista. Mi blog, mi piso, mis historias de ligues.
La soltería conectada, el divorcio agregado: ¿es otra cosa la comunicación? Aislamiento y conexiones,
alta definición del control.
Así pues, aunque las creencias sean fundamentales para todo, también para coquetear, creer está desde
hace tiempo mal visto, resulta incluso un poco fundamentalista. Creer en Inglaterra, creer en los
trabajadores, “creer” en uno mismo nos resulta hoy demasiado. Creer compromete en exceso y parece
anular la sana actitud crítica, esa profiláctica distancia que debemos tomar con todo para ser ligeros, para
“compartir” y seguir flotando. En tal sentido, dejar de creer en Dios sólo es la punta de un iceberg de
descreencia y desarraigo.

Ignacio Castro Rey. Madrid, marzo, 2013

 

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