Estimado J.,

Me da un poco de vergüenza la tardanza en escribirte, más todavía porque terminé de leer tu precioso libro, de un tirón, hace casi un mes. Estaba esperando a terminar el libro de S., que acabo de concluir ahora, casi a las 7 de la mañana de este fresco 20 de octubre en la Galicia rural.

Supongo que como tantas cosas desconocidas que andan por ahí, Fidelidad de una sombra es una joya. Recuerdo que al leerlo sentí toda la familiaridad del mundo, al acercarme otra vez a la fuente del sentido, y toda la extrañeza del mundo, al vivir cómo esa fuente no deja de manar sones distintos, sin precedentes. Siempre sabidos, siempre insólitos.

S. tiene razón al calificar tus versos en el final de su libro: hondos y exactos. ¿Recuerdas que te pregunté, un poco ingenuamente, si esos dos versos tachados de la página 21 eran así o había un error tipográfico? Son significativos de esa perfecta imperfección que alienta en tus páginas: «Profundidad, eco  de lámpara, la calle muda»; «Esta soledad, que duele en cada hoja».

Como diría Bernat, Dios es así. En cada giro del día está la plenitud de un viejo enigma, cierta nada de la revelación. Al poco de empezar a leerte, con este ánimo nómada propio de quienes nos aferramos a una región central que no cabe en ningún sitio, apunté, hablando contigo a distancia: «Te imagino solo, triste, descreído… Sé que es solo una proyección, pero así me siento».

Gracias por ayudarme a repasar mi vida entera en esas pocas páginas. Han pasado días desde que te deletreé, pero recuerdo vivamente la impresión de verdad que me invadió de nuevo con tus poemas, una conmoción como de grandes y comunes preguntas.

Una verdad un poco culpable, además, como si toda mi vida «filosófica» fuera un ejercicio de ruidosa soberbia que olvida que vivir es estar preparándose siempre, un acontecimiento de ser que discurre con pasos de paloma.

Tu libro me recuerda exactamente la silueta cabal de tu persona. Entrevista, en aquella mañana alegre y mundana de la Feria, como un habitar al que le basta el tacto.

Un abrazo,

Ignacio

O Picón, 20 de octubre de 2021