J., perdona este escandaloso retraso en decirte algo. Ya sabes, la Navidad, la familia, etcétera.

En fin, yo creo que cualquier joven (especialmente una o un joven, pero creo que esto valdría para todo ser humano) debe buscar su verdad, aunque sea con minúsculas. Y no me refiero con esto a la tontería de una ideología política (que es por naturaleza mudable), a una visión del mundo o una orientación sexual, con la que esta época está obsesionada. Me refiero a ese tipo de experiencias o ideas primordiales, que te acompañan porque te han marcado y sin las cuales no podrías vivir (Rilke).

Puedes cambiar de opinión cuantas veces sea necesario sobre África, los niños, las mujeres, tal o cual deporte o el sexo. Pero no se debe cambiar el amor por los padres, la amistad con un amigo, la relación con el misterio del mundo como cambia el tamaño de la corbata o la minifalda.

Quizás la juventud, tenga la persona la edad que tenga, es sobre todo eso: el coraje para buscar una verdad, a contrapelo de todo el bla, bla, bla social y la vergüenza de vivir en este mundo. ¿Qué es una verdad, según Badiou? Aquello que parte el día (la semana o el año) en dos, por eso se convierte en inolvidable. Una verdad es «algo que divide a los hombres». Fuimos uno antes y somos otros después de esa experiencia, aunque nadie haya notado nada.

Así pues, mi consejo es que busques qué has de amar y qué has de odiar. Y que no obedezcas a nadie en este punto, aunque escuches con atención a los que te rodean, padres, amigos y los ídolos escogidos que te queden.

No se puede vivir sin una verdad, sin una noción del bien y del mal. Si un abogado defensor demuestra que su cliente no distingue el bien y el mal, está demostrando que es un ser anómalo, deficiente moralmente. Por lo tanto, está demostrando que no puede ser sometido a la misma pena que un hombre o mujer «normales».

¿Qué ocurre hoy? Que la sociedad ha ocupado el lugar de Dios, por eso nos quiere dictar continuamente lo que es verdad y lo que no, lo que está bien y lo que no. La sacrosanta Sociedad olvida que lo que es verdad es en cada cual exactamente lo intransferible, brota del secreto más inconfesable de cada uno y es lo nos hace singulares. Verdad es simplemente la «misión secreta» de cada vida.

¿Qué ocurre hoy? Como la humanidad no puede vivir sin verdades, al escapar de ellas (de la verdad que hace absoluta a cada vida) se aferra a dogmas generales, doctrinas gregarias que enseguida señalan a los herejes. Pero quien tiene una verdad no necesita doctrinas. Y puede fácilmente ser tolerante y relativista con lo demás, que no le atañe y a lo mejor ni comprende, y con los demás. Bien sabe esa persona que busca su verdad lo que le ha costado comprenderse a sí mismo, a costa de qué esfuerzos, qué equívocos, sustos y malos tragos.

Como esta sociedad odia la verdad, que es lo que nos hace libres (y ninguna sociedad deja de ser represiva: quiere súbditos, no personas libres) por eso no puede vivir sin dogmas. De ahí que se pase el día dictando, evaluando y dictaminando, todo ello en esquemas generalistas. El negocio mundial de la información, que pretende convertir la opinión en objetividad indiscutible, es eso. En definitiva, se trata de un sucedáneo del viejo autoritarismo religioso, con su cohorte de «buenos» y «malos», pero sin la cosmovisión comunitaria de las religiones.

Está sociedad, que ha destituido a un Dios y su supuesto absolutismo, ha puesto en pie otro, no menos cruel que el antiguo, basado en la opinión que circula. No cedas en ese punto. Obedece a tu deseo, es decir, a tu experiencia, a tus sentimientos y los pensamientos que brotan de ellos. Lo demás son «cantos de sirena».

Escucha a todo el mundo, J., pero no dejes que nadie mande en tu vida. Si logras esto, obedecer a tu vida única, no retroceder ante su secreto mortal, podrás ser generoso y relativista en cuanto al resto, ya que no te sentirás con la necesidad o el derecho de dictarle a nadie el bien y el mal.

Un abrazo y feliz comienzo de año. Y gracias por ayudarme a pensar esas ideas tan simples de nuevo,

Ignacio

P. D. No dejes de leer, de A. Badiou, La verdadera vida. Mensaje a los jóvenes. Explica todo esto mucho mejor que yo.

Madrid, 3 de enero de 2020