Mil gracias, querido S., por escribir tan rápidamente. Y además, con ese encanto que te caracteriza.

En cuanto a lo que planteas, podría decir que esos «elementos personales» tienen que ver con el valor moral para entrar en la maleza de ciertas «periferias interiores» que mencionas con bastante tino. Estamos todos invadidos por el totalitarismo de lo social, con o sin Über-tecnología, de manera que nos cuesta mucho atender a esas zonas de sombra que no han cambiado en los últimos miles de años.

Me hace gracia ser así de ahistórico y atemporal. El psicoanálisis dice que el inconsciente no conoce el tiempo: un trauma de hace veinte años sigue ahí, intacto, esperando el momento de volver, a veces de manera más torcida. Pienso que todo lo importante en el ser humano, consciente o inconsciente, tampoco tiene tiempo.

Así pues, un joven que ceda con los dos hemisferios cerebrales a la presión de la época, y se deje sumergir en la mitología de la conexión a todas horas, que es la misma que la «superstición de la cronología» (S. Weil), será esclavo barato de un poder colectivo que tal vez nunca ha penetrado así el tejido de la vida.

Seamos ateos o laicos, cristianos o budistas, es necesario abandonar la religión de la visibilidad, que es la de la imagen y el éxito, para recuperar una clandestinidad imprescindible. Todo lo que no sea volver, con una de nuestros dos manos, a una «vacuola de no comunicación» desde la que se pueda sentir, pensar y vivir de otro modo, supone vender el alma a un poder público cada día más obsceno.

Tenemos dos manos, y una (la que tiene que estar en las tonterías de la época) no debe saber nada de lo que hace la otra, esa mano «izquierda» con la que tanteamos el humus de un suelo mortal que no cambia.

Así lo veo, para jóvenes y mayores, tanto para cocinar como para caminar y pensar. También para escuchar otras músicas distintas a la bazofia que se nos sirve. Es difícil hacerlo, pero no tenemos otra tarea más importante que intentar.

Un abrazo muy fuerte y hasta pronto,

Madrid, 30 de octubre de 2017