Querido A.,

En su metafísica de lo insignificante, en esa atención a la dulzura diabólica de los detalles, y al tiempo enorme de la demora, tu texto es precioso. Incluso en lo que tiene de «melancólico», de «nostálgico» o de «quejumbroso»; también en lo que algunos llamarían «pesimista»… me reconozco en él de cabo a cabo. Solamente detecté un error: repites un la en «la la ciudad», hacia el principio.

Comparto el espectáculo minimalista, casi imperceptible, de esos callejones abandonados, con casas viejas de piedra y persianas echadas, que siempre llevan a un mar. Al menos, a la ensenada del recuerdo, a la magia del tiempo detenido y las voces de la infancia. Y ésta no como una edad más, que quedó atrás al modo de un cómodo baúl del que extraer turísticos souvenirs para endulzar nuestra decadencia. No eso, sino la sombra viva, misteriosamente animal, que acompaña a todas las edades. La infancia como un lecho que vuelve en la crisis de cada etapa, también en esos viernes lluviosos que parecen una estación.

Me temo, querido A. que nuestras urbes no viven solamente de espaldas al mar. También ignoramos los vericuetos de la tierra. Hasta en este verano cubano los turistas que se metían en el Caribe lo hacía mirando hacia la urbanización de la playa, como si en el mar abierto no hubiera nada que ver. Ignoramos el mar como el horizonte de la tierra, pulsación incansable de un terrenal cielo reflejado que, al parecer, ya no podemos descifrar.

Por cierto, es posible que el mar indique sin palabras otra cosa. Que nuestra fecha de caducidad, temida justamente en lo que tiene de inapelable y a la vez desconocida, es lo que nos hace incorruptibles. El océano, espejo de un cielo en la tierra, indica acaso que la caducidad es incorruptible, un viaje interminable, una eternidad que cabe en la más pequeña duración. En cada ojo de pez, en cada instante de revelación, palpitan todos los mares. Resuena esa marea que no cesa, empujándonos fuera de cada puerto seguro donde queremos refugiarnos.

De ahí esas visiones de ámbar neoyorquino al atardecer. Sin duda tenemos una sensibilidad similar, una parecida complicidad con el endiablado dios de los detalles. Aunque después, a veces, llevemos a distintos puertos conceptuales esa inmensidad que se ha vivido en los pasajes clandestinos de las sensaciones.

Intentaré estar más atento a tus pequeñas joyas. Si te sirve, por lo pronto, coloca lo que quieras de estas líneas como comentario a tu post. Puedo intentarlo yo, pero no estoy seguro de mi pericia.

Abrazos,

Madrid, 6 de noviembre de 2016

libros


Antropofobia. Inteligencia artificial y crueldad calculada Ignacio Castro Rey

Antropofobia. Inteligencia artificial y crueldad calculada
Ignacio Castro Rey
2024

Editorial: PRETEXTOS
ISBN: 978-84-19633-84-2

+ INFO

Sexo y silencio
Ignacio Castro Rey
2021

Editorial: PRETEXTOS
ISBN: 978-84-18178-92-4

+ INFO

En Espera. Sobre la hipótesis de una violencia perfecta.
Ignacio Castro Rey
2021

Editorial: La Oficina Ediciones
ISBN: 9788412113662

+ INFO


Lluvia oblicua
Opinión y verdad en la sociedad del conocimiento
Ignacio Castro Rey
2020

Editorial: PRETEXTOS
ISBN: 978-84-17830-90-8

+ INFO

Mil días en la montaña (Roxe de Sebes)
Ignacio Castro Rey. 2019

Editorial: fronterad
ISBN: 9788494858130

+ INFO

Ética del desorden.
Ignacio Castro Rey. 2017

Editorial: PRETEXTOS
ISBN: 9788416906185

+ INFO

ver todas las publicaciones

contacto


para cualquier duda o comentario escríbeme al correo electrónico
eyeless@ignaciocastrorey.com

Resumen de privacidad

ignaciocastrorey.com usa únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su conocimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas a la de ignaciocastrorey.com  que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos. Tiene más información en nuestra Política de cookies