Querido G.,

No, no me haces perder el tiempo. Tus ambivalentes visiones neoyorquinas, entre el escándalo y la fascinación, son en buena medida las mías. Si le echas un ojo a mi «Cuarteto neoyorquino» verás que mis contradicciones son similares. Un amigo inglés me acusó entonces de sucumbir al espectáculo de la «inmanencia americana».

Tal vez mi aversión a «la mayor democracia del mundo» se acentuó después de mi viaje a San Francisco. Pienso que el pendejo Donald solo ha puesto un punto soez a una brutalidad que, también con Clinton y Obama, siempre se ha mostrado irremediable. Para compensar, tengo que decir: Dios bendiga a China y a Rusia, con Putin incluido. Al menos esas fuerzas mundiales, aunque también posean su dosis de infamia, impiden que el monopolio de la barbarie vista una única estupidez puritana.

Disculpa mi aparente fundamentalismo existencial. Es algo peor: en suma, una teología política negativa. Lástima de anécdotas tuyas de N. York, pero ya las hablaremos en directo. Pronto.

Abrazos y gracias,

Ignacio

Madrid, 11 de abril de 2018