Hola, querida,

Mil gracias por tu interés. No, tienes razón en sospechar, yo no soy Charlie. Je suis Gaza. Llevamos décadas bombardeándoles, insultándoles, injuriándoles, despreciándoles… Irak, Afganistán, Libia, Siria, Irán: todo vale con tal de destrozarles, de devolver a los musulmanes a la Edad de Piedra. Esto sin contar la dulce actitud del sagrado Estado de Israel, una y otra vez santificado por el Holocausto, con los millones de palestinos hacinados en esos Lager de Gaza y Cisjordania que, si no son otro Holocausto, es por carecer de cobertura informativa.

Por encima de toda nuestra legendaria campaña cultural, económica y militar, una semanario satírico parisino se empeña mes tras mes en injuriar la única figura sagrada que les queda a los musulmanes para sentirse algo en el mundo. ¿Es tan extraño que miles de jóvenes musulmanes, hasta ayer «normales», estuvieran deseando tomar la venganza por su mano? Una amiga judía de Madrid, creo que no exactamente antisemita, decía hace poco: lo raro es que no lo hayan intentado antes.

No sigo al detalle todo esto, pero juraría que la actitud actual de Charlie Hebdo, incluso de Houellebeck, es algo más prudente. Lástima que sea tan tarde. La xenofobia europea con los musulmanes es algo tan estúpido que hasta la administración y los medios estadounidenses, tampoco sospechosos de antisemitismo, lo comprendieron hace tiempo. Conviene evitar -dicen- las injurias gratuitas, irresponsables, y que dañan el sentimiento de millones de personas. Por eso tampoco ahora, después del atentado, han publicado las viñetas insultantes.

Después, como en el caso del muerto en las orillas del Manzanares hace un mes, ha sido hediondo el tratamiento de los medios, repitiendo una y otra vez las mejores tomas. Tal y como si, exactamente, estuvieran celebrando que fin hubiera ocurrido. Ese atentado criminal se usará para otra vuelta de tuerca en nuestro civilizado odio europeo a medio mundo. Pero antes ha sido minuciosamente estimulado, deseado, provocado.

Finalmente, otra cosa más, especialmente hipócrita. ¿Desde cuándo la sacrosanta «libertad de expresión» no tiene límites? Si yo voy invitado a tu casa, a una comida con tus padres laicos o cristianos, mi libertad de expresión tiene límites. Y no sólo los que marca la educación. Hoy, en Madrid, mi libertad de expresión y la tuya, acerca del Holocausto, la Guerra Civil, las mujeres, los niños, los homosexuales o el cambio climático, tiene serios límites. Y hasta cierto punto es normal que sea así. Entonces, ¿a qué estamos jugando, por qué la libertad de expresión con los musulmanes no ha de tener límites?

Gracias por tu interés, de verdad, y por permitir expresarme. Creo que tienes en Youtube, por boca del actor Russell Brand, algo mucho más sustancioso y ágil que mis torpes palabras.

Besos,

Ignacio

Madrid, 13 de enero de 2015