La gratitud es mía. En efecto, querida J., el hecho de que una sola persona recoja el guante de lo arrojado por otro, en este inmenso mar de la cháchara y la incomunicación total, basta para que el mundo recobre el sentido. Un sentido preciso y humano, ligado a la experiencia y el dolor de cada cual.

Me ha hecho mucha ilusión el impacto quirúrgico de mis pobres palabras en usted. Y ha tenido mucha gracia también la forma abierta y desenfadada en que lo expresa. A uno no le ocurre esto todos los días.

No se preocupe en absoluto por la incultura o la ignorancia, pues son tal vez una de las mejores formas de mantener la mente en blanco y los sentidos despiertos a la sorpresa de lo que llega.

Le avisaré, lo prometo, de mis próximas visitas a Barcelona. Mientras tanto, un saludo muy cordial y gracias por ese espontáneo calor al escribir.

Hasta pronto,

Ignacio Castro

Madrid, 29 de mayo de 2018