El fetichismo de la mercancía invade la intimidad. Penetrar, conquistar, ser penetrado, intercambiar, mezclarse. El sexo es para Brandon y sus colegas el Logo nocturno que culmina los procesos económicos y premia los rendimientos ejecutivos. El sueño de la seguridad, la planicie de la economía, produce monstruos luminosos, una necesidad compulsiva de efectos especiales. En cierto modo Brandon es el epítome de todo el sistema: aislado del entorno, logra fabulosos contactos con los desconocidos. Este rubio atractivo y educado encarna el divorcio de cualquier fidelidad y la conexión continua a la novedad, que ha de ser dejada atrás antes de que tenga un nombre. Eso es lo que fascina a sus conquistas nocturnas: que no sea un hombre, sino un muñeco compatible con la velocidad del consumo. Efectivamente, una sexualidad mórbida no tiene más género que la individualidad como mercancía, de ahí que copule igual con hombres que con mujeres.
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