Queridos L. y D.,
He leído casi toda la larguísima carta que le enviasteis a A. Sólo me falta un poquito del final. ¿Qué contestó ella a un documento así, tan minucioso, tan exigente, tan complejo? ¿Ella es tan lista como para seguirlo? Aunque estamos de acuerdo en que la carta vale por sí misma, al margen de la respuesta y del destinatario. Hay flechas, las que sorprenden al arquero que dispara, que son ellas mismas la diana.
Me hace mucha gracia vuestra ortodoxia tiqquniana, de la que hace tiempo que estoy muy lejos. Lejos, porque me separa de una militancia sin horizonte insurreccional alguno; sin ideología, sin política, sin partido. Militar en el desierto impolítico de la existencia: ¿es posible? Para mí el Partido Imaginario es lograr simplemente vivir sin doctrina, alcanzar una forma de vida a la vez antigua y vanguardista, aunque sea a ráfagas.
No quiero ni puedo dejar atrás nada, separarme de nada «viejo y caduco». Ni emprender acciones que no puedan ser comprendidas por cualquiera, completamente al margen de su ideología. Tampoco tomar ni un solo milímetro de distancia con el «canalla Heidegger», a quien adoro incluso cuando odio. Etcétera.