Preguntas del colectivo Herederas de Morato.

1.-¿El Fin del Mundo antes que el fin del Capitalismo?

Es una idea bonita, que tiene sus razones. Me gustaría, en cierto modo, que fuera al revés. Pero la verdad es que el fin del mundo, en forma de tristeza o de apocalipsis momentáneo, nos libra a la vez del capitalismo. Al contacto con la muerte, todas las tontas evidencias de un universo de oposiciones -y el capitalismo no es más que la furia, organizada fríamente, de esa metafísica maniquea- desaparecen. De pronto, somos libres en una cercanía que es indetectable, ilocalizable para la vigilancia de la economía. Como decía un clásico del pasado siglo, «La historia vencida nos entrega las estrellas».

2.-¿Adaptarse a qué?

Otra buena pregunta. En el fondo, solo hay que adaptarse a lo no sabido de sí, a una existencia que nos espera tras este interminable y pueril narcisismo de las identidades. Por el contrario, adaptarse al conductismo idiota que nos comanda es cumplir la eutanasia a plazos que ordena una sociedad suicida. Suicida por no creer en la potencia de lo negativo. No sé si me explico: solo un apocalipsis de todas nuestras Soluciones puede salvarnos todavía.

3.-¿Tiene iniciativa, es capaz de ser resolutivo con los problemas?

Como algunos seres elegidos -aunque nadie sepa para qué ni por quién- un servidor se crece en las dificultades. Tengo preferentemente «iniciativa» cuando todo se hunde. Por el contrario, la felicidad programada y las direcciones consabidas me dejan encharcado en el masoquismo de la depresión inactiva. Por eso busco instintivamente meterme en líos.

4.-¿Necesitamos una epidural para vivir en sociedad?

Definitivamente, creo que sí. Sin anestésicos no se puede vivir. Lo mismo que sin el teatro de la hipocresía. Hay una idea que me encanta de Lispector: Tenemos una misión secreta, somos espías en un mundo no elegido. Otra cosa es que no elijamos bien las drogas. Debemos intentar que aquello que adoramos no nos devore. El consejo es de Foster Wallace, pero vale para cualquiera.

5.-¿Conoces doctrinas que atentan a la patología?

Sí, muchas. Todas las doctrinas que atentan contra la patología me parecen dañinas. Siempre hay que elegir doctrinas, o deformarlas, desde la patología más propia e inconfesable. Lo contrario es intentar vivir la vida de otro, y eso conduce siempre a resultados funestos. La auténtica otredad está dentro, en lo más recóndito de sí. No sé si se nota, pero intento ser fiel a una sabiduría de abuelas.

6.-¿Pasatiempos?

Cualquier cosa, preferentemente si es un poco turbia y no está codificada. Por ejemplo, sentir, caminar, hablar, bromear y pensar. Como pasatiempo, por alternativas que sean, la política y la información me aburren.

7.-¿Ha sido intervenido quirúrgicamente alguna vez?

Desde el punto de vista estrictamente clínico, en una o dos pequeñas ocasiones. Pero mi cirugía invasiva favorita es la que opera a diario desde lo que observo, vivo y pienso, en los márgenes de nuestra cárcel global. Mi médico favorito son esos fenómenos de borde que nos deforman. Adoro la medicina de lo traumático, lo siento.

8.-¿Sobresale en el grupo por su capacidad de tomar decisiones?

Me temo que algunos amigos dirían que sí. No saben que lo más propio de mí es la duda perpetua. Y por supuesto, el tormento de la culpa, haga lo que haga.

9.-¿Se define como un trabajador productivo?

Me defino como un trabajador nato. En lo que sea. Sobre todo en mis obsesiones. Por tanto, no estoy seguro de que siempre sea «productivo», al menos desde el punto de vista del sistema. Con frecuencia se me encuentra «negativo» o «pesimista». Y la verdad es que estoy a favor de un pesimismo de la fuerza.

10.-¿Mecanografía eficientemente en las redes sociales?

Las redes existen para atrapar peces. Le dedico a ellas lo justo. Y buena parte de lo que pongo pasa desapercibido. Creo que, en el fondo, mi narcisismo sadomasoquista se congratula de ello. Pero tampoco me molesta, de vez en cuando, conseguir alguna diana. Aunque tenga el precio de alimentar la ilusión de que pinto algo en esa aldea tan local.

11.-¿La tranquilidad de lo trágico destruye el mundo?

La serenidad de lo trágico, que no deja de ser un oxímoron, reconstruye el tejido del mundo, continuamente. Es tal vez nuestra arma de destrucción y construcción más masiva. Y hasta ahora, con tarifa realmente plana -solo gasta tus nervios y tu musculatura-, pues vive al margen del dios Sociedad y de sus redes.