Queridísima V.,

Me encanta que por fin me dediques tanto espacio en tu apretado tiempo. Se ve que esta vez, después de aquellos textos míos que te parecían tan confusos y diletantes (¿recuerdas?), no he pinchado en hueso.

¿Quieres entonces que me arrepienta? Tus descalificaciones, naturalmente, me impresionan. Casi hasta la parálisis: «superficial», «poco enterada», «europeo», «no se conoce», «no saber nada»… Etcétera. Despreocupado, te dejo con tu película magistral, mientras sigo ocupado en otras cosas.

Pero he dicho lo que he dicho, y no soy el único al que esta entrega cinematográfica le ha parecido una vacuidad bien orquestada. Peor que eso, un ejercicio estético insoportable para simplificar, en blanco y negro, una mugre a la que el artista, como tantas veces, ni se acerca.

Es cierto que hay escenas logradas, como en tantas películas. Pero el conjunto es un fiasco, un poquito abominable. No sabes cómo lamento la desolación producida en ti por mis palabras. Sin embargo, lo que dije fue después de ver, con mucha calma y alguna esperanza previa, un trabajo profusamente recomendado en varios de mis entornos. Causalmente, este «europeo» lleva años viajando a México, incluidos estratos indígenas a los cuales pocos mexicanos (y ningún turista europeo o gringo) se acercan. Por eso Roma me ha parecido una mierda muy bien envuelta; como dije, un travelling para la elite urbanita que jamás entendería nada de Pedro Páramo.

Y esto después, lo siento mucho, de no haber nacido ayer. Después también de haber visto mucho cine, incluyendo películas que Cuarón y tú, tan poco europeos, posiblemente no habéis olido ni de lejos.

Pero no importa nada de esto. No se trata de cine, sino de lo real que nos asusta. Aquello a lo que sin embargo nos debemos, precisamente porque está muy lejos de ese subproducto de la religión que nosotros, los elegidos por el saber, llamamos ideología.

Finalmente, todo está bien así. Yo te envié mi trabajo y tú me devuelves el tuyo, cosa que hoy poco hacen. Gracias por ello. Pero comprende que no me angustie que mi reflexión sobre esta basura en celofán te haya parecido banal. Me reafirmo, punto por punto, en algo que dije midiendo mis palabras.

Habrá, seguro, más ocasiones para disentir en otras cosas, tal vez más serias, menos secundarias que una película llena de premios. Mientras tanto, los dos le debemos a Cuarón esta inocua y previsible divergencia.

Abrazos, muy felices fiestas y hasta pronto,

Ignacio

Madrid, 18 de diciembre de 2018