Es difícil explicar en pocas palabras la personalidad, las habilidades y la capacidad de la alumna L. B. C. Digamos que, en primer lugar, su forma de estar presente, su modo de ser atenta, seria o sonriente (no es fácil olvidar su perspicacia para algunas ironías filosóficas), la hacía destacar de un grupo de estudiantes buenos, pero no siempre tan educados y entregados.

Se trata de una alumna que, incluso en medio de los mejores niveles de excelencia, no tiene fácil comparación. Su inteligencia rápida para captar los matices de los temas (a veces, en filosofía, muy difíciles), su nivel de comprensión, participación y expresión, la hacían visible día tras día.

Incluso cuando estaba, digamos, invisible: ahí, quieta en la tercera fila, escuchaba con una fijeza a la que uno no está acostumbrado.

He de insistir sobre esto entre estudiantes caracterizados por un buen nivel de comprensión y comportamiento. Concretamente, su expresión oral y escrita es de lo mejor que he conocido en mi ya larga carrera docente.

Y este nivel se ha mantenido también en las tareas opcionales. Algunos todavía recordamos sus valientes y luminosas palabras, escritas o pronunciadas en directo, con ocasión de muy diversos temas. En particular, su largo comentario sobre Cartas a un joven poeta, de R. M. Rilke. Unas palabras cargadas de sinceridad y sentimiento, de madurez inusual en esa edad y de contenido conceptual.

Y después no se puede olvidar su sencilla honestidad, con esa leve ironía de L. B. a la hora de manifestar las opiniones y dudas que tal o cual cuestión le ofrecían. Creo que, en mi ya dilatada experiencia docente, pocas veces he visto un nivel de entrega, seriedad y de competencia semejantes.

Sin embargo, tal vez lo que este profesor recordará mucho tiempo, más todavía que esos fogonazos con los que hacía amenas las clases, es su constancia, una casi heroica tenacidad para perseverar, a veces en medio del alboroto juvenil, incluso cuando el temario era más bien árido.

En muy distintas situaciones la mencionada alumna ha mostrado una competencia y una entrega muy notable, por encima de la norma. Esto ha supuesto que, sistemáticamente, L. haya llevado mes tras mes las notas más altas en Filosofía. Y no creo ser una excepción ante otras materias.

Este profesor, y creo que otros, no guarda más que agradecimiento hacia el modo de ser, la actitud y las habilidades, intelectuales y expresivas, de una alumna que ha dejado, a lo largo de años, una huella imborrable.

Atentamente,

Ignacio Castro Rey

Madrid, 14 de febrero de 2019