sicko, (Sicko, Michael Moore, 2007)

Existencialmente, el argumento podría ser: ¿Cómo llora la gente, cómo es la gente al sufrir, sin máscaras? Pero no, el tema es más político. Amas de casa humildes y funcionarios desesperados. Todos ellos unidos por una especie antigua de dolor, el de la humillación. También por una especie antigua de brillo, el de la conciencia moral. Y una entereza, hasta cierta ironía en la desgracia. ¿Es esto poco en un tiempo cuajado de víctimas impotentes, de noticias de impacto y estrellas?

Aprovechando la falta de conocimiento del público, el cambio de ambiente de la era Obama y el fin de algunas restricciones del equipo de Bush, se presenta en España "la última película de Michael Moore". En realidad, se trata de una cinta dos años anterior a Slacker uprising, un trabajo de 2008 sobre la juventud norteamericana que no vota. Documental largo y explosivo sobre el estado de la sanidad pública en EEUU, Sicko había sido prohibida con la disculpa de que infringía las restricciones legales a los viajes de ciudadanos estadounidenses a Cuba. Toda la cinta es bastante indigesta para cualquier administración estadounidense, demócrata o republicana, pero lo peor es que termina con el tratamiento médico de un grupo de norteamericanos, afectados por el polvo de las Torres Gemelas en los trabajos de ayuda, que han de acudir a Cuba porque su propio gobierno les abandona. Se comprende que la administración Bush hiciese todo lo posible para retirar de la circulación esta entrega del ya odiado Moore. Y tengamos en cuenta que, a diferencia de la "antiautoritaria" España, una prohibición gubernamental supone en los obedientes EEUU la desaparición virtual del objeto en cuestión.

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lección de anatomía, (Luis Jaime Martínez del Río, Galanes de noche, Galería Begoña Malone)

Tocadas por un difícil erotismo, estas figuras dan miedo porque nos recuerdan algo, un riesgo que se ha metido en la carne. El miedo es la pasión de las sociedades técnicas, el resultado de la seguridad como actitud fundamental del hombre contemporáneo. Cada uno es para sí mismo su bien más preciado, se relaciona consigo mismo como con un objeto. El resultado es que el miedo se hace omnipresente y la salud se convierte en aleatoria, una función espectral de onda. El miedo se hace más sutil, se insinúa en lo más íntimo, en el propio cuerpo sentido como extraño.

Disertando acerca de la muerte como un epifenómeno de la tecnología del trasplante, Martínez del Río sigue trabajando sobre nuestra afasia emocional, su pleno empleo. No daríamos ya nuestra vida por nada, no nos atreveríamos a existir de otra manera, así que nos hemos reciclado una y otra vez. Nos hemos cosido y remendado, aprovechando los rotos y jirones para simular nuevos órganos de los sentidos. Por supuesto, no sienten nada. El resultado es este tórax compuesto, zurcido de vulvas, apéndices y lóbulos inútiles. No se trata del rigor mortis, sino de una cadavérica flexibilidad, pues al ser que podría morir le hemos trasplantado todos los órganos y sólo le queda la función de permanecer en escena. ¿Tenemos nosotros otra? Escaparate de nuestra espera, estos muñones para vestir acentúan la floritura para recubrir la ausencia de esqueleto, de decisión alguna.

 

Ignacio Castro Rey. Madrid, 7 de diciembre, 2008
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Los restos de una huella, (Sleuth, Joseph L. Mankiewitz, 1972)

He visto la cinta de Kenneth Branagh cuatro días después de encontrar (no fue tan fácil) y ver con calma, en el dulce y clandestino hogar, La huella de Joseph L. Mankiewicz (Sleuth, 1972). La idea era en primer lugar revisitar, casi visitar por primera vez un mito del cine del siglo XX. Sobreañadida, la intención un poco perversa de comprobar otra vez la depresión postmoderna, la degradación que introduce la voracidad de la fiebre comunicativa, en qué sentido la tecno-ideología digital es puritana frente a la relativa tolerancia moderna. Desgraciadamente, este prejuicio tan conservador se vio espectacularmente confirmado mientras soportaba la versión cinematográfica de Branagh. De traductor a traidor, se dice, no hay ni un paso. De versión a aversión, ¿qué media, qué media cuando la mediación sin fin se ha adueñado del horizonte y no soporta ningún punto de referencia fijo, no corruptible, no deconstruible?

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más textos en exposiciones

escultura, (E. Bellotti, Palacio de Cristal del Retiro, 19/9/08 - 8/12/08), Salonkritik, diciembre 2008
Ignacio Castro Rey Madrid, 29 de septiembre de 2008
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treinta días en Beijing (Squance/Uquillas)
Ignacio Castro Rey Madrid, 26 de junio, 2008
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épica y lírica, (Roberto Díez, Lametro, Valencia, enero – febrero de 2007)
Madrid, 15 de noviembre de 2006
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recuerdos de un brujo, (Adolfo Schlosser, 1939-2004. Centro Nacional de Arte Museo Reina Sofía. Hasta el 16 de mayo), Trasversalesnº2, Madrid, 2006
Madrid, 8 de marzo de 2006.
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Pliegues, (Pello Irazu, Galería Soledad Lorenzo, 9/9/04 a 9/10/04), Ubicarte, julio de 2004
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lingchi, (Chen Chieh-Jen, Fábrica de Tabaco, junio-julio de 2004),Ubicarte, junio de 2004
Sebastian im Traum
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¿dios es así?, (Joan Colom, Fundación Telefónica, abril-mayo 2004), Ubicarte, abril 2004
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el canon va por barrios, (Philip-Lorca diCorcia, Galería Helga de Alvear, del 11/3/04 al 8/5/04), Ubicarte, abril de 2004
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no punctum, ARCO 2004, Ubicarte, febrero de 2004
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guiños de Frankenstein (Luis Gordillo), Ubicarte, diciembre de 2003
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Martin Parr, fotografías 1971-2000, (Museo Reina Sofía, 23 de septiembre - 8 de diciembre de 2003), Ubicarte, noviembre de 2003
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ternura y carácter ,(Gabriela Grech), Publicado en www.gabrielagrech.com, 2009
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mano que mira el horizonte, (Menchu Lamas, Galería May Moré)
Madrid, 28 de noviembre de 2008
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una casa en la niebla, (Isabel Carnicer)
Picón, 13 de julio de 2008.
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PHE07. Tres Espacios, Transversales, nº7, verano de 2007
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brotes de violencia, (Anthony Squance, Espacio Zambucho, Madrid, 26 de octubre al 30 noviembre)
Septiembre de 2006
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"sin título", (Santiago Mayo, Galería Magda Bellotti, hasta 10 el de junio), Trasversales, nº 3, Madrid, 2006
Madrid, 12 de mayo de 2006.
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las Pasiones, (Bill VIola, La Caixa, febreo-mayo de 2005), Art.es, verano de 2005
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el secreto del acontecimiento, (E. Metinides, Casa de América, del 2 de junio al 7 de julio), Ubicarte, julio de 2004
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oyce en Madrid, Ubicarte, junio de 2004
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out-bloody-rageous, (CGAC, Santiago de Compostela, marzo-mayo de 2004), Ubicarte, mayo de 2004
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Terra incognita, (Axel Hütte, Casa de Velázquez, Parque del Retiro), Ubicarte, marzo de 2004
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auras tibias, (Felicidad Moreno, Galería Distrito 4, enero-febrero de 2004), Ubicarte, febrero de 2004
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trozos de noviembre, (Eva Koch-Fernando Baena, Galería Magda Bellotti, octubre-noviembre de 2003), Ubicarte, noviembre de 2003
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campos magnéticos, (Antón Patiño, galerías Antonio Machón de Madrid e Isabel Ignacio de Sevilla), Ubicarte, mayo de 2003
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"el envés de los héroes", (Juan Carlos Meana , Galería Trayecto, Vitoria, 1997)
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"residencia", (Fernando Baena , Cruce, Madrid 1996)
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impresiones sobre Nauman , (Bruce Nauman , Cruce nº0 , Madrid, enero 1994)
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cuerdas. Once notas sobre una sola nota

1         ¿Cuál es el secreto de la composición, de esa extraña resistencia de algunos seres humanos al éxito y al fracaso? Tal vez que la deformación pueda en ellos más que la formación, que la sensibilidad -y la piedad- para con la anomalía pueda en ellos más que la seguridad de la norma. Y por "deformación" no entiendo tanto otra formación alternativa, una especie de contraformación, como la "formación" que opera en nosotros la no-forma, el rumor del exterior sin narración. La fidelidad a esa duda es la que obliga a un temblor adolescente en medio de la mejor salud. A morir y volver a renacer, mutando.

Cuerdas es preciosa porque al cantar pone en suspenso lo que sabíamos de las cosas, del paso del tiempo. No le hace falta letra: lo dice todo justo en esa ambigüedad calculada, sostenida. Con esa economía de notas donde "menos es más", Cuerdas huye del espectáculo en el que cae con frecuencia la música, tanto la popular como la contemporánea. Hace sonar al piano como si quien toca no supiera tocar, con cierta potencia de no sonar. Con el atraso, digamos, el subdesarrollo que nos constituye, que nos debe constituir si queremos estar atentos a lo aún no llegado.

3 Lo pulsado repentinamente, seco, grave, casi percutido. La atmósfera de resonancias que es cortada por notas externas, que golpean por fuera. Partitura goteada que alude a una "puntuación sin texto", al uno a uno de la existencia. Una textualidad que se materializa en cada anotación, en la discontinuidad que la enlaza con lo siguiente. Todas las músicas se parecen en que desorganizan la sucesión temporal, la cronología. Provocan que ocurra lo atemporal en el tiempo, ese "halo de lo ahistórico" que no admite razón, sino vivencia. En cierto modo, resucitan el "érase una vez" que suspende el sentido.

4 Le conceden una segunda posibilidad al sonido, al sentido. Una sola nota que se repite no es una sola nota. Puede dibujar una bóveda, otro registro de la percepción. Hacer que una nota no sea sólo una nota. La cuerda golpeada nos avisa de que ya en la cuerda pulsada por el martillo había algo raro, una anomalía en espera. Sentido sin sonido, sonido sin sentido. Una nota puede ser muchas cosas. La repetición extiende lo que nunca será agotado, captado plenamente. Lo idéntico regresa con el mismo enigma y crea serie, la inminencia de algo que se acerca y nunca llegará del todo.

5 Explosiones secas, eco, piano percutido. No creo que Cuerdas venga de la nada. Habrá bebido en diversas fuentes alemanas y francesas, en Stockhausen y otros. Tiene sin embargo la virtud de no encapsularse en lo ya oído, en maltratar el cliché que nos rodea desde todas las corrientes y nos protege de lo que suena por fuera. En este aspecto, esta obra ha atravesado la nada, la ignorancia que no puede expresarse, lo que calla para siempre en el centro. Al sonar desde ahí, crea un ritmo hipnótico, cercano al trance.

6 No abandona la nave del sentido, el bosque de la simplicidad. Cuerdas no se enquista en un platonismo negativo, en el habitual wagnerismo fractal -sin Walhalla- que abandona el sonido común hacia la escucha especializada, hacia la complejidad ingenieril. Ésta obedece a la formación profesional del ojo y del oído que es parte de la división del trabajo, de la división del ocio, del negocio global de la seguridad. Por el contrario, Cuerdas tiene el valor de no abandonar una simplicidad en la que nos sentimos en peligro. Algo que no sabemos puede ocurrir, ya ha ocurrido.

7 Esta pieza es grave, inquietante, dramática. Habla desde una depresión sonora: la del hombre del subsuelo, cuando todos se han ido. La melodía de la rutina ha fracasado y nos limitamos a recoger los restos del naufragio. Por eso mismo, se parece a una canción de cuna para hombres adultos que saben demasiado y necesitan volver a una verdad que sólo ocurre -repentinamente- en la crisis del saber. Por primera vez, también por última, con una improbable prolongación en el tiempo. La crisis del saber es la condición para el rejuvenecimiento del deseo. El fracaso es la condición para que el sueño siga.

8 Ahí trabaja la canción, en ese agujero negro que cambia lo que sabíamos del día, pues confirma algunas sospechas nocturnas -en el corazón del día- según las cuales lo real está habitado por espectros. Cuerdas dibuja un lugar posible, aunque no se lo pueda localizar en ningún sitio. Una posibilidad para el sentido real. Lo otro -la complejidad que no cae, que no se precipita- supone huir hacia la torre de marfil de la abstracción sin tierra, en suma, en dirección del platonismo eufórico o tétrico que deja intactas las melodías de moda y el poder del experto.

9 Para cambiar la envoltura sonora, para socabar la letra de la melodía global, es bueno que en la música contemporánea haya un eco de experiencia, de estructura, de atmósfera o lo que sea que recuerde a la vida y se pueda repetir. Y esto -repito- no es ningún límite porque la vida, su simplicidad, es lo más extraño del mundo. Cuerdas es memorable porque es difícil y a la vez sencilla. En ese sentido, nos introduce a la inseguridad del mundo, crea la emoción de un peligro que para el que no estamos nunca preparados, aunque vagamente lo recordemos. Habíamos pasado por ahí, pero lo habíamos "olvidado": nadie quiere recordar que la vida es mortal.

10 Trayendo a escena lo que todo el mundo sabe pero ha olvidado, porque no tiene traducción en el orden del concepto, la música siempre ha de romper el canon, maltratar el cliché, aunque uno pertenezca a una escuela y parezca cómodo en ella. Al escuchar algo culto, complejo, conceptual, la pregunta es siempre: ¿Estuvo o no estuvo el autor allí? ¿Ha pasado por ahí? Si la respuesta es no, es que no hay poética en esa construcción y por lo tanto, sólo encontramos un -como máximo "interesante"- amasijo de ruidos robados aquí y allá. Eso puede valer como experimento en ciernes, preparación de un experimento. La música viene después, cuando la abstracción se materializa en una forma reconocible, que recuerda a un fragmento de vida. No hay nada más abstracto que la figura, una forma que concreta ahí una experiencia irrepetible de lo abstracto. La repetición es la forma en que la singularidad acaece.

11 En la música clásica, culta o popular, está claro que el autor estuvo en algún lugar. Lo que ocurre es que el sitio es de una obviedad de la que estamos hartos, pues repite las consignas de los medios, le pone letra a la melodía global. Cuerdas es magnífica porque no es ni una cosa ni la otra. Dibuja un lugar (topos) que no está en ningún lado, que pertenece a la utopía de cualquier sitio. La "cualqueridad", esa deriva del sentido, es clave para que haya obra, algo que pertenezca a cualquiera. Aunque esa experiencia cualsea, terapéuticamente impersonal, se logra en el extremo de la formación técnica, de la competencia profesional y de la patología personal. Sin la ruptura que provoca la forma violentamente nueva no escuchamos el regreso al sentido de la tierra. ¿Hay algo más extraño que la tierra? Existe la música porque el sentido de la inmediatez es, al pie de la letra, intraducible.

Madrid, 22 de mayo de 2008.

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