Buenos días, J.,

Terminado. Gracias por tu libro. Como te decía ayer, aparte de lo que a mí me parecen algunas concesiones al lenguaje de la época, tu libro me ha encantado. Tiene un discurrir de «radicalidad» común, de sabiduría ancestral de abuelas, ajena a la tontería de esta época. Por eso, a pesar de algunas pequeñas diferencias, no puedo dejar de reconocerme en la música de esas páginas.

Tiene incluso un aire naïf que es bastante próximo al mío, aunque mi deformación filosófica me obligue a hablar en otro lenguaje. Hay unas cuantas, bastantes, erratas de tipografía (tildes, etc.) que te señalaré aparte. Voy ahora a los contenidos parte por parte.

Solo una cosa antes. Que seas sanador, consultor o médico, como parece deducirse de tus páginas, te otorga una autoridad específica para hablar de los cuerpos y las almas que sufren, de la crianza propia y de la que nos rodean, pues sin duda uno de los déficits del pensamiento filosófico (el psicoanálisis es otra cosa) es que, a la hora de hacer una ontología de lo atemporal y de lo histórico, le falta un sufrimiento carnal del que nada saben, pues no salen de sus despachos.

*SER ÚNICO. Muy buen comienzo: la unicidad, la individuación, como rasgo del ser. Ser es ser percibido: y solo se perciben los seres distintos, «desiguales» ante cualquier antecedente. Creo que es un error, sin embargo, el concepto y la palabra «identidad», que se asocia a una diferencia reconocible, comerciable. Y tú hablas de otra cosa: de la singularidad de ser que no tiene equivalencia. Ser único ya es «ser con»: la singularidad genera singularidades, es la encrucijada de la que parten todos los caminos. Ser único genera comunidad; no sociedad de los «iguales», sino comunidad de los distintos.

*NACER. Nacer es venir de las sombras, del caos común, aunque jamás haya sido «compartido». Nacer y renacer, una tarea que debe ser diaria, es atreverse a ser tocado por el cero, por la nada de ser. «Jamás nos recuperaremos del hecho de haber sido concebidos» (P. Quignard). Somos por eso lo contrario, algo muy lejano a cualquier norma. Tienes que leer, arte de otras cosas posibles, «OM. La sílaba sagrada» de A. Watts (Ed. Kairos). Solo un apunte: nunca partimos de un lienzo en blanco, de un pasado libre de ideologías, atavismos, ecos pasados, etc. La pureza, la desnudez, la ascética o ligereza que suma todas nuestras posibilidades, se encuentra haciendo una síntesis ex-nihilo de la fatalidad heredada, que nos acompaña como un mueble que hemos de arrastrar. Y una cosa más, que saldrá después: el miedo es inevitable y es bueno. Solo hay que saber modularlo, tratar con él (odio la palabra gestionar). Lo que es letal, de acuerdo, es el miedo al miedo.

*DEJAR SER. Dejar ser a lo otro que nos recuerda la otredad que nos habita por dentro. Dejar ser debe ser el extremo de una intervención; solo puede hacerse después de un esfuerzo por entender, por intervenir y transformar. Si no, «dejar ser» es la tolerancia de siempre, el nihilismo y la indiferencia que ya funcionan demasiado bien. Dejar ser debe ser el esfuerzo de una escalera de atención. Acercarse, quizás contaminarse o contaminar, y después tragarse nuestra tendencia a «enderezar las cosas» y dejar ser. Una cosa más: para bien o para mal, no estamos en el útero. Hemos roto con ese pacifismo, con esa empatía de fusión con el ambiente. En el mundo las normas son necesarias, precisamente para camuflarnos con ellas, descansar en ellas o dinamitarlas aquí o allá. Un anarquista, siempre naciente, necesita murallas. La naturaleza misma no es pacifista, está llena de intercambios, territorios y fronteras.

*NO. Cierto, el no, la frustración, los traumas son fundamentales para nuestra «organización como personas». Hay demasiados huérfanos del no: gente que siempre sería infeliz, por falta de límites, y potencialmente maltratadores de todo el que no cumpla sus caprichos. Hay un espacio entre los dos, entre tú y yo, pero también entre cada uno de nosotros; entre la existencia y la conciencia (esencia), entre el «en sí» y el «para sí». Ser es ser asimétrico: Has de ser cruel para ser amable, decía Shakespeare. Es necesario sufrir, de otro modo jamás despertaremos: sin sufrimiento hasta la alegría es insulsa. La simetría es además una trampa, una invención antropomorfa que no se da en la naturaleza, ni siquiera en los cristales. No creo por tanto en los 50%, ni creo que la equidad sea posible en la vida real ni que la necesitemos. Además, el afecto no hace cuentas: «No necesito que seas igual a mí para amarte, todo lo contrario». Lo mejor sería que ambos miembros de una pareja sepan bailar; si no, no hay ningún problema (salvo nuestra maldita conciencia yoica) en dejarse llevar. La vida no es posible sin teatro, sin intercambio y sin una desigualdad de papeles muy distintos.

*CAOS. En el caos nos desarrollamos. No existe el caos como algo meramente negativo, como no existe el vacío: «Lo que llamamos desorden solo lo es visto desde una noción de orden excesivamente rígida o estrecha». Toda vida viene del caos, de una región de sombra que es impenetrable. Y ahí debe volver, empuñando la muerte (Sócrates) como un final definitivamente abierto.

*SER EDUCADO. Dosificar el sí y el no, el cariño y los límites. Toda crianza comienza por los límites (unos pocos No bien colocados). Y es esa educación la que permite que un ser desarrolle y defienda su singularidad en un mundo donde todo son límites… excepto esos momentos ocasionales de contemplación donde nos fundimos con cualquier posible afuera. Fuera de eso, aquí sigo siendo menos «oriental» o pacifista que tú, creo que el malestar es bueno. Un ser educado ha de serlo también en navegar el malestar, modularlo, darle palabras y forma. Como diría Pasolini: «No me interesa nadie que sea feliz».

*LO NORMAL Y LO ANORMAL. Preciso capítulo. Ser, ser único no es solo ser «lo contrario a la norma», sino algo mucho más grave y a la vez jovial. Ser único es de tal modo que ninguna norma se lo imagina. Por eso todo poder moderno tiene miedo al individuo e intenta desactivarlo; por eso nosotros, los únicos, podemos jugar con la norma a nuestro antojo. Con una sola condición: que no le tengamos miedo a la soledad común de la cual el poder nada sabe; a la excepción que está libre de cualquier norma. Desde ahí que la vida única, que no debe nada a nadie excepto a la muerte (y a los padres), pueda y deba jugar con las normas como si fueran un juguete. Una última disidencia: creo firmemente que la verdad no se construye ni es histórica; simplemente surge, nos la topamos de bruces, a contrapelo del saber y su cronología histórica. En toda verdad hay algo ahistórico que rehace nuestra historia y nuestro patético currículo. Finalmente, creo que en este capítulo del Primer Círculo («I am what I am») de un libro precioso, La Insurrección Que Viene, te serviría de mucho.

*JUGAR Y SOÑAR. No tengo comentarios. Muy interesante, aunque lleno de erratas tipográficas. Para este capítulo te va encantar la película Captain Fantastic, del año pasado. En ella trata, entre otras cien cosas, de cómo la crianza de los hijos reeduca sin cesar a los padres.

*LA ADOLESCENCIA. ¿Volver a nacer? Sí, tal vez lo que el peligro constante de la muerte lo que nos pide es volver una última jovialidad. Se ha dicho, antes y después de Freud y más rotundamente que él, que la infancia (la adolescencia) no es una edad, que se pueda dejar atrás, sino el temblor de toda edad, una crisis que siempre vuelve. Tal vez solo una matiz: en la adolescencia, por eso vuelve, se concibe por vez primera el absoluto que somos cada uno de nosotros, lidiando día a día con el absoluto de la muerte. Por eso la adolescencia siempre vuelve, aunque los adultos se empeñen en traicionarla con las relatividades sociales a las que nos vendemos para «encajar». Supongo que conoces «Cartas a un joven poeta»; encontrarás en ese libro de Rilke, aunque lo hayas leído, un catálogo completo de la potencia de futuro de la infancia.

*LA IMAGEN. Precioso texto otra vez, y por mi parte nada que objetar (parte de las erratas). Sabes que encontrarás en Baudrillard mil reflexiones impagables sobre cómo la imagen es hoy la madre de todas las paredes. Vivimos casados con nuestra propia imagen; el selfie personaliza, en este sentido, el masivo complot contra lo real.

*¿GRATIS? Todo bien, sin comentarios.

*PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO. No entiendo el título, que me parece una concesión a la actual policía social. Antes tu libro estaba ontológicamente contra las normas; ahora se pliega al concepto de género, que es el colmo de la normativa, pues aterriza en el cuerpo de cada cual, que debe ser colectivizado desde su misma sexualidad. El concepto metafísico de igualdad, lo dije antes de otro modo, me parece también funesto. Todo ser es único, incluso para sí mismo, pues no dejará de sorprenderse; en ese sentido, todo ser está empujado por un principio de desigualdad inapelable. El día que Yo, mi identidad, sea igual a mi existencia, ese día seré un zombie. Ya sé que es el ideal social, pero entiendo que tú y yo estamos contra esa religión triunfante. Hay naturaleza en nosotros, naturaleza que «ama esconderse» (Heráclito). Estos significa que la mujer no es igual al hombre y que cada ser humano no es igual a sí mismo. El resto es mitología moderna.

*LA PIEL. Bonito capítulo, sin nada que objetar.

*DE LAZOS Y NUDOS. Lo dije: estoy a favor de la asimetría; la tentación de la simetría, que es la tentación de la seguridad, es letal. Nada que esté vivo sabe nada del 50%.

*LOS LÍMITES. Bien, bonito capítulo con frases muy atinadas. Por ejemplo, en la página 80, los dos últimos párrafos. Creo que deberías sustituir el mal concepto de la «igualdad», malbaratado además por el despotismo informativo y social, por el concepto de comunidad, hermandad  fraternidad. No somos iguales: somos hermanos, hijos de la misma sombra.

*LA IDENTIDAD. Precioso texto con título equívoco. Solo dos reflexiones al hilo de tus palabras. Cuando nace un nuevo ser comienza un nuevo mundo: La maldición que en el mundo actual representa lo que ellos «América» (ignorando a cientos de millones de seres del sur) se debe a que «los elegidos» intentan llevar al plano político esta verdad ontológico, con el consiguiente resultado del sectarismo y las matanzas de barras y estrellas. Después, creo que tu libro tiene problemas con el poder que es toda vida: al bailar, al leer, al subir montañas, atravesar mares o cazar uno debe guiar. Nos turnamos en el liderazgo, según los campos. Tendemos siempre la adolescencia, el amor, la amistas y el juego para reencontrarnos en una horizontalidad donde todos somos «iguales», igual de singulares y enigmáticos.

*LA CULPA. Lo dije: creo que el malestar no siempre es maldito. A veces es bendito y nos ayuda a cambiar. Al menos yo, estoy harto de que la gente no tenga nunca complejo de culpa por las estupideces que ha dicho o hecho. Es un escándalo, y muy dañino para la salud (pues nos entrega a la trituradora del narcisismo), la ausencia generalizada de complejo de culpa. En este punto, los políticos y periodistas solo son el epítome de una desvergüenza que se ha convertido en universal. Cada uno tiene que ser sí mismo «a lo bestia»… lo cual incluye aceptar todas las consecuencias. Bailando se puede pisar; pero todavía, es imposible vivir sin pisar. Tenemos que aprender otra vez a pedir disculpas y enrojecer de vergüenza. No nos sentimos culpables casi nunca porque somos dignos herederos de los nazis, aunque ahora la superioridad de la «raza aria» se ha personalizado y puede adoptar un aire sonriente. ¿Es otra cosa el IV Reich que ha triunfado, casi siempre angloparlante? La culpa es imprescindible; ha de estar armada.

*APUNTES SOBRE ALIMENTAR AL OTRO. Nada que objetar, estupendas páginas sobre ese tema crucial de la alimentación. Te pasaré (no, lo encuentras en la red) mi «Restaurando ilusiones».

*MASTICAR. Lo mismo, crucial.

*SIN TÍTULO. Genial.

*EL SUEÑO. En efecto, de noche cambiamos. Por eso se puede decir, emulando a Heráclito: Nunca te levantarás dos veces de la misma cama. Pero todo lo que nos rodea (lee, por favor, «24/7» de J. Crary) se enfrenta al reposo, al sueño, a la quietud impersonal donde se destilan nuestras verdades personales. Hemos invadido la noche, cambiando el sueño (donde entra en nosotros «lo irreal» que está en el origen) por un reparador descanso laboral, asistido por la televisión y las pastillas. En efecto, por debajo de nuestro radiante capitalismo de luces perpetuas, enfrentarse a la muerte es algo que vamos a tener ahí, siempre.

*DÍA DEL NIÑO. Muy bien: consumir nos consume. Consumir nuestra singularidad, ese es el plan. El reloj y el móvil dividen el tiempo, lo parcelan, para que no nos afecte: para que no entendamos la infancia y la muerte, que no hay nada que temer de la muerte. Es el niño que quiere jugar. Con las prisas nuestro «maldito malestar» se hace crónico: esto es, el tiempo de vida se confunde con el tiempo social y las dolencias se hacen incurables. Debemos transformar a los adultos en niños, de acuerdo, pero es una tarea imposible en  nuestro senil orden social. Un orden que se ha vuelto divertido, usando furiosamente a la juventud (y a la mujer) para disfrazar su decadencia.

*SOBRE LA ESENCIA DEL MOVIMIENTO. En el comienzo era la danza, el ritmo de la relación. Preciosa esa idea de que cada partícula, cada uno de nosotros, es una resonancia distinta del mismo silencio de fondo. Un silencio que no duerme, diría Lispector. La poesía es lograr que no haya nada «profano», insignificante. Es lograr que todo contenido tenga su forma y su ritmo. Su danza. Aliar a Cristo con Dionisos, a Sócrates con Nietzsche.

*RESUMEN. ¡GRACIAS!

Viernes, 8 de marzo de 2019